Antiguamente, un niño, se divertía con sus juguetes hasta los 13 años, luego se convertía en un preadolescente hasta los 15 años. Allí comenzaba su adolescencia cargada de conflictos con su personalidad. A los 21 años de edad, se independizaba, conseguía un empleo, y se mudaba de la casa de sus padres a su nuevo hogar, para formar una familia feliz.
En la actualidad, si bien somos usuarios de alta calidad en tecnología, podemos acceder a novedosos tratamientos para la salud y gozamos de una ciencia muy avanzada, nos encontramos desorientados en este ciclo vital que naturalmente ha sucedido por siglos.
Los niños de hoy, tienen acceso a información adulta. Consumen tecnología a temprana edad y miran programas dirigidos a adolescentes y adultos desde muy pequeños. El riesgo que corren, es que psicológicamente, la evolución sigue siendo la misma y en casi todos los casos, no son capaces de interpretar la información y decodificarla. Los tiempos en cuanto a madurez psicológica no cambiaron, pero si, cambiaron las formas de desarrollo de los niños. En estos tiempos, los niños deciden que comprar en el hogar, como vestir y están hiper influenciados por los medios. La mayor parte de ellos, tienen tv en sus cuartos, deciden que programa ver y no poseen límite de tiempo para ello.
Dedican más tiempo a interactuar en su computador que a los juegos didácticos, esto los hace más veloces mentalmente, pero limita su creatividad e inocencia. Abandonan mucho antes el mundo de las fantasías y son conscientes desde pequeños de la existencia de los males de la sociedad, como robos, guerras, etc. Piensan, actúan y hablan como adultos. Pero debemos diferenciar el “jugar a ser adultos”, con el convertirse en éstos a temprana edad.
Muchos estudios han comprobado que si bien la madurez tiene influencia en cuanto a las clases sociales, en todos los casos los infantes están dejando de serlo a temprana edad. Este inconveniente se debe a la falta de valores y a la ausencia de los padres como representantes de autoridad.
Algunos infantes conocen los efectos del tabaquismo y el alcohol desde muy chicos. En varios países se realizan concursos de belleza, donde concurren niñas desde su primer año de edad. Son llevadas por su madres, quienes les enseñan a caminar, las maquillan y hasta las broncean artificialmente para que resalte la indumentaria que llevan. Las convencen para sonreír, aunque no sientan ganas de hacerlo, sólo para que el jurado las apruebe. Hace poco tiempo se ha dado a conocer en los medios un caso, en el que a una niña habitué de estos concursos, su madre le aplicaba toxina botulínica para eliminar las arrugas que según ella, no la favorecían.
En otros tiempos, se hablaban temas de adultos con cuidado, para que los niños no accedan a esas conversaciones, o en privado, para que ni siquiera puedan escucharlas. Actualmente, no se cuida ni el lenguaje, ni lo que se comenta frente a los niños, es así como ellos crecen tan rápidamente que en muchos casos, prácticamente no viven la fabulosa y feliz infancia llena de magia y alegría que debieran vivir.
Otro problema social que se esta manifestando en estos tiempos, es la prolongación del período de adolescencia. Una persona que madura, se independiza de sus padres, se hace cargo de su propia existencia y no depende de nadie como elemento protector. La persona que llega a la madurez adquiere autonomía, valores, principios y una manera propia de ver y conformar su vida. Cada vez más jóvenes capaz de adquirir su emancipación biológica, deciden quedarse con sus padres quienes le otorgan la protección y bienestar que no son capaces de adquirir por si solos. Estas personas siguen viviendo una vida adolescente. Acuden a fiestas solitariamente, o solo con amigos, ya que no son capaces de formalizar con una pareja. Muchas veces, poseen un trabajo exitoso, pero aún así, no pueden hacerse cargo de sus vidas. Se caracterizan por ser egoístas, narcisistas y por tener una actitud infantil. No enfrentan la responsabilidad con gente que los rodea, suelen ser personas poco demostrativas y se rebelan contra todo lo que no les convence. Este caso de inmadurez en personas adultas es conocido como “síndrome de Peter Pan”.
En cualquiera de los dos casos mencionados podemos notar que existen faltas de criterios y de valores que si no se revierten en el núcleo familiar, terminan por convertirse en etapas “quemadas” o “extendidas”. Personas carentes de cariño y de la dedicación de los miembros de su familia.
Frecuentemente observamos como los fabricantes de ropa infantil copian modelos de la indumentaria que usan los adultos. Así mismo, en los canales televisivos infantiles se propagan el lenguaje y las actitudes adultas como forma de vida normal. Contradictoriamente, los adultos queremos parecer más jóvenes. Gente que recurre a la cirugía estética para que no se note el paso del tiempo y niños intentando ser adultos. El mensaje es confuso. Por eso debemos intentar desde el pequeño grupo familiar, que las etapas de la vida comiencen y terminen a su debido tiempo. Esto no significa que un niño no pueda acceder a la tecnología ni a la televisión, pero deben ser controlados los horarios de utilización de los mismos. Debemos fomentar como padres y hermanos, la utilización del juego, de la creatividad. Lo mismo debemos hacer con los adultos que prolongan su adolescencia. Seguramente nos encontramos frente a una persona que tiene miedo de crecer, que tiene temor al fracaso y que algo no lo está dejando independizar su vida. Escuchar y aconsejar a estas personas es fundamental para que logren ser libres de esta adolescencia eterna que los tiene prisioneros.
Crecer es simple, y si nos dejamos llevar por el ritmo biológico sabremos si estamos haciendo lo correcto. Un niño necesita jugar para desarrollarse, para poder decidir y entender la vida. Un adulto, necesita independizarse, hacerle frente a los miedos y no huirle al fracaso si no, aprender de los errores.
Tenemos que entender que un niño no podrá ser feliz en el futuro si no pudo jugar ni siquiera a ser adulto. Y un adulto nunca se sentirá completo si no puede realizar las actividades que realizan sus pares.
Como podemos observar hay tanto factores económicos como factores sociales que afectan a la evolución de la madurez de las personas. No obstante, debemos tratar de moderar las conductas de nuestros hijos para que puedan desarrollar una vida plena, enseñándoles a valerse por si mismos, educándolos, controlando sus actividades, dándoles cariño y el amor que necesitan. De esta forma, conseguiremos que no salteen las etapas biológicamente necesarias y que cuando sean niños disfruten como tales y cuando sean adultos puedan hacerse cargo de sus propias vidas.
Podemos ayudarnos a nosotros mismos, a nuestros hijos, hermanos, parientes o amigos, sean adultos precoces o adolescentes eternos, a vivir cada etapa a su debido momento. Solo basta con ponernos a observar como vivían nuestros abuelos o nuestros padres, que no tenían acceso a tanta información y que no conocían demasiado sobre tendencias ni psicología. De esta manera, tratando de que no se quemen o extiendan etapas, contribuiremos a la formación de una persona feliz, con una infancia plenamente vivida y una madurez que permita la gratitud de tomar decisiones propias. Crecer a su debido tiempo.