7.30 a.m. suena la alarma de mi reloj, apenas unos minutos antes de entrar a mi trabajo, porque necesito dormir al menos unos instantes mas. Por supuesto, no me queda tiempo para prepararme un desayuno que me llene de energías. Por este motivo, solo bebo un café, y voy camino al lugar donde realizo mi labor. Al llegar, todavía siento sueño, como si no hubiese terminado de despertarme. Mis reflejos aún están lentos. Reviso mi agenda, ya que a la noche anterior, en mi tiempo de ocio, realicé un itinerario con orden de prioridades. Así comienza mi día. Mientras me encuentro trabajando, por momentos recuerdo cosas que me quedaron pendientes para realizar en mi hogar, como lavar mi ropa por ejemplo, y lo anoto en una lista para no olvidarme. Llega la hora del almuerzo, pero como aún no terminé las tareas de la mañana, decido comprar una barra de cereal que ingiero mientras el teléfono no para de sonar y tipeo un texto en mi computador. Cuando me encuentro en plena concentración me doy cuenta que son las 8.00 p.m. Pasaron ocho horas y continúo trabajando porque tengo que cumplir con mis clientes. 8.30 p.m. termina mi día laboral, a veces más tarde. Regreso a mi hogar. Lavo mi ropa, intento sentarme unos minutos a mirar tv y mientras anoto en mi agenda las tareas que tengo que realizar el día siguiente, recuerdo que estoy invitada a una cena de cumpleaños a las 10.00 p.m. de esta misma noche. Tomo un baño y me preparo para la ocasión. Mientras voy camino al evento, recuerdo que no compre ningún presente. Me detengo en un mercado que encuentro en el camino y elijo un vino. Llego al cumpleaños, entre tragos y comidas ya es la1.00 a.m. del próximo día. Saludo a la anfitriona, a los demás invitados y regreso a mi hogar. Ya me encuentro acostada, me siento agotada. Mis ojos se están cerrando mientras mi mente piensa que sólo me quedan seis horas para descansar.
Este es mi ritmo de vida diario, pero actualmente, todos en mayor o menor medida, vivimos de esta manera. Y para las personas que además de la rutina diaria, tienen hijos, es mucho más difícil organizarse.
Estamos acostumbrados a un ritmo de vida cada día más acelerado. Dedicados casi enteramente a nuestro trabajo y a generar dinero, olvidándonos de nuestra salud, el ocio, las actividades que realmente nos complacería realizar. Prácticamente no tenemos tiempo para dedicárselo a nuestros seres queridos, es más, muchas veces nos olvidamos de ellos por tener demasiado trabajo. Estamos pendientes de las cuentas a pagar, y no tanto de las alegrías que podemos darnos. Si nos alcanza el dinero para vivir dignamente, queremos más, para comprarnos algo que tal vez usamos una sola vez. El consumismo generalizado, nos obliga a trabajar mayor cantidad de horas y de manera acelerada para obtener ganancias mayores en menor tiempo.
Muchas veces oímos hablar del estrés, pero lo que no percibimos es que, por la forma agitada en que vivimos actualmente todos, en diferentes grados, padecemos este mal.
¿Qué es el estrés?
La palabra estrés proviene del vocablo inglés (stress) que significa tensión. Es una reacción fisiológica del organismo, donde entra en juego nuestro mecanismo interno para defenderse de agentes que considera amenazantes o de mucha demanda. Es un proceso de interacción entre el entorno y nuestras respuestas físicas y emocionales. Se refiere a las demandas del entorno que recibe un individuo y este, para dar una respuesta adecuada, activa sus recursos de afrontamiento.
Las causas del estrés
Como mencionamos con anterioridad, el ritmo de vida con el que nos enfrentamos cada día nos estresa. Las causas que generan estrés son muchas, pero todas están relacionadas con situaciones que impliquen peligro para el individuo. En realidad es la manera en que este individuo siente tal o cual situación como amenazante. Demasiada demanda de trabajo con fechas límites a corto plazo, problemas económicos, un divorcio, relaciones conflictivas, excesiva competitividad laboral, entre otras. Contradictoriamente, ocasiones de inmensa felicidad pueden desarrollar esta patología. Una boda, el planeamiento de unas vacaciones, etc.
Síntomas
El estrés puede desencadenar problemas de salud leves como graves, pero los que se presentan a continuación servirán de alarma para saber si lo estamos padeciendo:
- Insomnio y alteraciones en el sueño.
- Falta de concentración.
- Tensión muscular.
- Dolores de cabeza persistentes.
- Ansiedad.
- Deficiencia en la toma de decisiones.
- Taquicardia.
- Temblor en las manos.
- Problemas de memoria.
- Modificaciones en la alimentación y en el peso.
- Altibajos anímicos.
- Fatiga física y mental.
- Pensamientos obsesivos.
- Preocupación constante.
- Problemas digestivos.
¿Cómo combatir el estrés?
Para derrotar este mal actual, debemos cambiar muchos hábitos. Tenemos que tomar consciencia de que necesitamos frenar un poco el ritmo de vida, y que sean nuestras responsabilidades quienes tengan que adaptarse a nosotros, no, nosotros a éstas. Algunos pasos para controlar el estrés:
- Realismo en cuanto a las tareas a realizar: No debemos cargarnos de actividades y responsabilidades que sabemos que no llegaremos a cumplir.
- Descansar correctamente: Nuestro dormitorio, debe ser sólo para dormir, las agendas y ordenadores deberán quedar fuera de éste. Tenemos que fijarnos un horario de descanso y respetarlo diariamente.
- Toma de decisiones: Debemos exigirnos decidir en el momento que se requiere. No postergar decisiones que luego se acumularán y nos provocarán una gran confusión mental.
- Rutina laboral diaria: Fijarnos nuestro horario laboral. En los casos de relación de dependencia, no podremos pautarlo nosotros, pero si, cumplirlo correctamente y no excedernos ni un minuto más del horario fijado.
- Momento para alimentarse: Al menos, debemos realizar 4 comidas diarias. Todos los días pararemos en los horarios fijados y no haremos otra cosa que alimentarnos. No olvidemos prepararnos un desayuno cargado de alimentos energizantes.
- Deporte: 2 veces por semana como mínimo realizar una actividad que mejore nuestra salud física y mental.
- Respirar: Nos encontramos tan agotados que si no fuera porque nuestro cuerpo lo realiza por si solo, nos olvidaríamos de hacerlo. En los momentos que notamos que estamos acelerados, pararemos, cerraremos los ojos y respiraremos profundamente durante unos instantes. Nos sentiremos mucho mejor después de realizar este ejercicio.
- Realizar un viaje: No importa el lugar ni la distancia, la idea es salir a respirar un aire diferente al de todos los días, desconectarse del ambiente cotidiano, observar rostros diferentes y sitios poco usuales para nuestro ritmo de vida agitado.
- Recreo mental: Está comprobado que si observamos imágenes de un paisaje que nos agrade o cerramos los ojos visualizándolo, con sus colores, sonidos y olores, nuestra mente descansa y se renuevan las ideas. Intentarlo no nos cuesta nada.
El estrés es un padecimiento actual, que de una u otra forma nos afecta a todos por igual. No diferencia clase social, religión ni etnia, aunque algunos países están más evolucionados en cuanto a los tratamientos de prevención y eliminación del mismo. Contradictoriamente, existen etnias con costumbres ancestrales que padecen menos estrés. La cultura yogui, por ejemplo, aporta diferentes técnicas de relajación física y mental que estamos utilizando en la actualidad como método para conseguir momentos de paz mental y distensión muscular.
Debemos dejar de lado un poco las obligaciones, aprender a delegar, acostumbrarnos a rechazar una actividad o labor, si sabemos que no vamos a poder cumplir con ella. Descansar lo necesario para que nuestro cuerpo mantenga la energía. Acordarnos de todas nuestras obligaciones vitales, como comer y relajarnos para preservar nuestra salud y no convertir nuestro cuerpo y nuestra vida en un manojo de responsabilidades y tensiones. Dedicarle tiempo al ocio, al placer y a las verdaderas cosas importantes de nuestra vida.
Los trabajos pasan, los problemas se resuelven, pero las personas de nuestro entorno y nosotros mismos, seguimos allí, viviendo esta vida que es única y nada es más importante que vivirla en plenitud.