Cuando se está endeudado, a veces se siente que no existe salida, se paga y se paga, pero los saldos de la deuda no disminuyen, pareciera que se está en la sin salida, pero eso no es cierto. Todo dependerá de la su disciplina, responsabilidad, el monto de la deuda, sus opciones de pago y de refinanciación.
Lo primero que deberás hacer es un balance de la situación actual, un presupuesto de deudas, gastos e ingresos. El detalle será fundamental y la organización una de las claves. Empieza por los gastos fijos, como el préstamo de vivienda, el del carro, los seguros, el colegio, es decir todo aquello que es de carácter obligatorio y prioritario cumplimiento. Luego continúa con aquellos gastos que no son necesarios y que se podrían eliminar sin problema por más que nos agraden, como la ropa, la salida a los restaurantes lujosos, la diversión en cualquiera de sus formas.
Una vez tienes la situación financiera en blanco y negro, es el momento de visitar a cada uno de los acreedores, personas y entidades que te prestaron, para renegociar el plazo y la cuota mensual, a fin de que se ajuste a tu capacidad de pago actual. El prestamista debe reconocer tu buena voluntad, tu responsabilidad, y entender tu situación financiera, para encontrar juntos la mejor solución.
Puede ser que algunas de tus deudas se encuentren en estado de cobranza, y que te estén llamando en forma molesta los cobradores, en representación del prestamista, para que les pagues el monto vencido. Debes informarte sobre tus derechos para que el contacto lo realicen en forma apropiada y sin lesionar tu descanso ni tu tranquilidad en la empresa donde trabajas. Los horarios en que les es permitido llamarte y la forma en que te pueden abordar.
Cuando los préstamos en mora se relacionan con aquellos en los que has dejado la prenda como garantía, al estilo del carro o la vivienda, debes cuidarte de que no sea utilizada y te retiren la propiedad sobre el bien. También sobre el procedimiento para recuperarlo y los costos en que incurres para realizar el proceso. Todo este conocimiento te evitará llegar a los casos extremos, a gastos innecesarios, y sin sabores personales y financieros.
Recuerda que siempre será mejor un arreglo a tiempo que un pleito largo y engorroso. Intenta siempre hablar y negociar con los prestamistas o sus representantes, para encontrar alguna solución viable, la cual siempre se dará si existe voluntad entre las partes y se ve viabilidad financiera en el futuro de revertir la mala situación. Si no encuentras por ti mismo la solución, no dudes en contactar con consejeros financieros para que te den luces e ideas frescas de cómo abordar el problema y encontrar las alternativas más apropiadas.
Analiza igualmente la consecución de un nuevo crédito, a mayor plazo y menores intereses, que te permita consolidar tus deudas en un solo préstamo, y de esta forma bajar las cuotas mensuales y adecuarse a tu capacidad de pago. Porque el declararte en bancarrota debería ser la última opción a considerar, lo cual quedaría reportado en tu información crediticia, te dificultaría acceder a nuevos créditos y otros servicios, debido a la mala referencia, pero te aliviaría la situación ante los prestamistas, quienes deberán aceptar tu capacidad de atender los compromisos en forma ordenada y de acuerdo a las posibilidades reales.
Recuerda que todos podemos presentar dificultades, pero lo principal es atenderlas en forma responsable, organizada y con la adecuada táctica.
Fuente: http://www.selfgrowth.com/